Tanzania: un viaje extraordinario, por Jorge Palomo
Tanzania no es ningún secreto para aquellos viajeros más experimentados, pero para los que estén deseando conocer el corazón de la sabana africana, nuestro compañero y diseñador de viajesJorge Palomo, nos cuenta en primera persona cómo es encontrarte cara a cara con elefantes, leones, sobrevolar el Serengueti en globo y ver en directo la Gran Migración.
Cuando te conviertes en diseñador de viajes sueñas con vivir experiencias increíbles y poder compartirlas con tus viajeros, para que experimenten el mundo con la misma intensidad que tú. Para mi, Tanzania ha sido esa experiencia.
Desde que el avión comenzó a descender sobre Arusha, tuve la sensación de estar llegando a uno de esos rincones del mundo donde el tiempo late al ritmo de la naturaleza. Tanzania es un país de encuentro con la vida salvaje, con paisajes que parecen dibujados y con una humanidad que sigue el compás de la tierra. Nada te prepara del todo para lo que vas a vivir aquí, pero desde el primer instante supe que iba a ser extraordinario.
Mi viaje por Tanzania comenzó en Arusha, donde me alojé en elArumeru River Lodge. Un entorno tranquilo, rodeado de vegetación, que sirvió como la puerta de entrada a esta gran aventura.
A la mañana siguiente, comenzamos el safari rumbo al Parque Nacional de Tarangire. Fue mi primer contacto real con la naturaleza y la vida salvaje africana, y la verdad es que no pudo haber sido más impactante. Almorzamos en el Tarangire Safari Lodge, con vistas al parque, mientras ya empezaban a desfilar por el paisaje impalas, jirafas y manadas de elefantes. Pero si hay algo que define Tarangire son sus baobabs monumentales y esa sensación de estar en un territorio donde la naturaleza impone su ley.
Esa noche nos alojamos en el Maweninga Camp. Recuerdo especialmente el momento en que llegamos al lodge cuando de repente de repente tenía ante mí unas vistas privilegiadas del parque, justo en el instante en que comenzaba el atardecer. Fue uno de los atardeceres más espectaculares que he visto en mi vida: el cielo encendido, el silencio roto solo por los sonidos del viento y la fauna lejana… ni siquiera las fotos le hacen justicia a vivirlo por ti mismo.
Parque Nacional de TarangireBaobabs del Parque Nacional de TarangireAtardecer Maweninga Camp
La mañana siguiente salimos de Tarangire en dirección a la zona de Karatu, haciendo una parada en el mercado de Mto Wa Mbu. Fue la forma más auténtica de compartir la vida diaria con la gente local, comprando, negociando y conviviendo con ellos. Las frutas, verduras, telas, herramientas, el arte… todo rebosaba de vida y de colores que, en este entorno, parecen incluso más brillantes.
Almorzamos en Manyara’s Secret, un lodge espectacular con vistas al Lago Manyara que parece sacado de una postal. El entorno, la calma y el contraste con el bullicio del mercado hicieron que aquel almuerzo fuera especialmente memorable.
Continuamos el día hasta llegar a nuestro alojamiento enBashay Rift Lodge, un lugar de estilo colonial, con un encanto más sosegado, rodeado de plantaciones de café y vistas al valle. Allí descansamos antes del que sería uno de los días más esperados de todo el viaje.
Mercado de Mto Wa MbuManyara’s Secret LodgeTienda en Karatu
El tercer día partimos hacia el Área de Conservación del Ngorongoro, ¡por fin! Llegar a la cima del cráter es como estar viviendo una película: las nubes se van disipando lentamente y de repente ves la inmensidad de un paisaje que tu mente no es capaz de procesar, completamente único en el mundo. Observando, te das cuenta que estás en un santuario natural, inmenso y cerrado, donde la vida salvaje se concentra como en ningún otro lugar.
Descendimos al interior del cráter y comenzamos el safari. Vimos leones a pocos metros del 4×4, estaba claro que nuestra presencia no les incomodaba, por algo son los reyes de la sabana. También logramos divisar, aunque desde lejos, el esquivo rinoceronte negro y muchos nos emocionamos. El cráter estaba lleno de vida: impalas de distintas especies, cebras, ñus, avestruces… Subidos en el coche, todos permanecíamos en silencio, temiendo que el más mínimo sonido pudiese espantar a los animales y arruinar el momento, pero todo fue perfecto.
Llegado el mediodía, nos alejamos de la habitual zona de picnic para descubrir una carpa privada montada exclusivamente para nosotros, en un lugar más apartado. Almorzar en mitad del cráter, en absoluto silencio y rodeado solo de naturaleza, fue una de esas experiencias difíciles de igualar.
Continuamos el safari hasta salir del cráter y comenzamos el trayecto hacia Olduvai, una zona remota y profundamente ligada a los orígenes de la humanidad. Por el camino, observamos poblados masáis diseminados por el paisaje, e incluso presenciamos una escena surrealista y preciosa: varios masáis corriendo tras unas jirafas. Otra de esas imágenes imposibles de captar en cámara, no solo por su belleza, si no por su significado.
Poco antes del atardecer, bajo una intensa lluvia, llegamos a Olduvai Camp, un campamento construido alrededor de los bordes sombreados de un kopje, rodeado de árboles, tierras altas y montañas donde pasaríamos la noche.
Leones en el NgorongoroAlmuerzo en el Cráter del NgorongoroMasái en Olduvai al amanecer
El siguiente día amaneció con una luz dorada sobre el campamento. Desde lo alto del lodge vimos uno de esos amaneceres que se te quedan en la retina toda la vida. Antes de irnos, un masái nos explicó cómo era su forma de vida en la tierra que tanto respetan, un momento muy especial.
Salimos hacia el Serengeti, posiblemente el parque más emblemático de toda África. Zebras, ñus, jirafas… el terreno parecía moverse con vida propia. A mediodía llegamos al Ronjo Camp, un lugar auténtico, sin agua corriente ni internet, donde almorzamos y nos desconectamos del mundo.
Por la tarde seguimos hasta el Togoro Plains Camp, un alojamiento espectacular tipo tiendas entre los kopjes. Cuando llegué a mi tienda, escuché un león rugiendo justo en la parte trasera, y me quedé completamente paralizado por un momento, con una sensación de miedo y respeto en el cuerpo, pensando «¿Mufasa acaba de rugirme desde la ventana?». Por la noche y tras la cena, disfrutamos de bailes y cantos tradicionales en torno al fuego y fue como estar en otro planeta.
Nos despertamos a las cuatro de la mañana para LA Experiencia: el sobrevuelo en globo por el Serengeti. De camino a la zona de despegue, aún de noche, vimos un leopardo cruzando el sendero. Flotar sobre el Serengeti mientras el sol va saliendo y la sabana cobra vida es de esas cosas que tienen que estar en tu lista de cosas por hacer en esta vida. Y lo que le puso el broche de oro a la experiencia fue ese desayuno en mitad de la sabana.
Desde allí pusimos rumbo a la reserva de Grumeti, una reserva menos transitada por los turistas. Almorzamos y nos alojamos en Grumeti Hills, un lodge moderno pero muy bien integrado en el paisaje, con vistas panorámicas. Esa noche hicimos un safari nocturno en 4×4 eléctrico abierto, buscando animales con visores nocturnos, y fue completamente diferente a los safaris que ya habíamos hecho: ver la vida que se mueve cuando el sol se esconde tiene ese plus de misterio e incertidumbre, ya que vas prácticamente a ciegas.
Amanecer en el SerengetiVuelo en globo sobre el SerengetiWalking safari en Serengeti
En nuestro último día hicimos un walking safari con un ranger armado, que nos fue enseñando como identificar rastros: huellas, restos, excrementos… Todo lo que normalmente pasa desapercibido desde un vehículo y que nos permitió conocer mejor el terreno y la fauna. Terminamos a orillas de un río, donde nos habían preparado un delicioso desayuno al aire libre.
Y entonces llegó el momento de volver. Nos dirigimos al aeródromo de Ikoma para tomar una avioneta que nos llevaría de vuelta a Arusha. Un sobrevuelo que abarcaba todo lo que ya habíamos vivido, viendo desde el aire los caminos, los valles, las llanuras, y los recuerdos que quedaban atrás de el viaje más impactante que he hecho en mi vida.
Aterrizamos en Arusha y almorzamos en The Blue Heron, un restaurante con encanto y vistas al Kilimanjaro, que aunque ese día la cima se escondía entre nubes, aún alcanzábamos a vislumbrar una parte de este.
Esa tarde descansamos en el Arumeru River Lodge, el mismo lugar donde empezó todo y donde fui consciente que este sueño estaba llegando a su fin.
Visitar Tanzania es cruzar un umbral: el que separa los documentales de la realidad, las pantallas de la experiencia. Hay que estar allí, al menos una vez en la vida, para comprender la grandeza de la naturaleza en estado puro. Esta tierra sigue siendo salvaje, libre, auténtica, grandiosa. Y gran parte de esa magia se vive también a través de los alojamientos, que no son simples refugios, sino espacios pensados para conectarte profundamente con el entorno.
Tanzania no se olvida, porque no solo se ve: se escucha, se respira, se siente. Y te transforma, haciéndote que te plantees todo lo que sabías del mundo. Un mundo y un ecosistema que merece ser tratado con respeto y admiración.